En su afán por el conocimiento recorrió el mundo y, encontrándose gentes tan diferentes que lo poblaban, pensó en capturar algún ejemplar para su estudio. Hizo en su finca un parque lleno de jaulas donde poco a poco metió personas con singulares diferencias. Al principio los clasificó por su tono de piel, por su altura o por el color de sus ojos. Más tarde, en su empeño de clasificación, empezó a encontrar sutiles diferencias que especificaba en un cartel frente a las jaulas, pues ya estas diferencias no eran físicas o de muy difícil apreciación por ojos no expertos en la ciencia clasificatoria de personas.
Treinta años después su trabajo estaba casi concluido, tan sólo le faltaba un espécimen, había logrado catalogar a toda la humanidad. Se desnudó y se metió en la última jaula que quedaba, cerró el candado y, satisfecho dio por concluido su trabajo.
Publicado en S.O.S. Cultura nº2 (Junio 2008)
Ay Niño! ¿De dónde sacaste esta inspiración? ¡Qué buen micro! Te juro que da para una novela, es genial. (Esto es sin adular porque sea tu blog)
ResponderEliminarMe encantó, me encantóoooooooooo.
Un beso y felicitaciones.
Ahora me voy porque leo "jaulas" y se me pone la piel de gallina jajaja
Yo, sin embargo creo, que la idea es perfecta para tu microrelato. Cito a Mercè Rodoreda, (escritora catalana) que dijo un dia que por escirbir bien entendía decir con la máxima simplicidad las cosas esenciales. Pues bien, creo que es eso lo que ha hecho y con un resultado realmente fantástico.
ResponderEliminarUn saludo